lunes, 4 de junio de 2018

Discurso de graduación de la promoción José Matos Mar




José Ramos L.

Buenos días, con la venia de los presentes, señor Manuel Mayorga, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Señor Filomeno Peralta, Director de la Escuela profesional de Antropología Social señores profesores, padres de familia, amigos y amigas.


Esta mañana tengo el agrado de dirigirme a ustedes en representación de mis compañeros y compartir la enorme satisfacción de culminar una etapa tan importante en nuestras vidas. Hoy podemos decir que todo nuestro sacrificio y esfuerzo brindó sus frutos. Pero antes, permítanme regresar en el tiempo para contarles cómo terminamos abrazando la antropología y nos convertimos en familia.


Fue una mañana de primavera, donde todos expresamos nuestras miradas temerosas, aquellas palabras inseguras e invasivas o aquellos momentos silenciosos. Pero se libran de cualquier pecado porque era el primer día de clases. Aprovechamos la ausencia del docente para compartir nuestra decisión de estudiar antropología, de donde procedíamos y de resumir nuestra personalidad en una oración, un reto muy difícil. No basto ni dos presentaciones para sentirnos en un ambiente familiar, amical y al rato el salón pasó de un ambiente silencioso y formal a un ambiente cargado de risas, voces y emociones.


Fue entonces que emprendimos el reto de hacer despertar aquella antropología cobijada en nuestro interior, no al estilo de la bella durmiente de Carlos Iván Degregori, tampoco aquella resumida en “el que estudia, triunfa”, sino a través de reflexividades diversas, donde cada uno tenía una forma particular de estudiar. Donde aquel que para nosotros parecía que no estudiaba y sacaba notas altas, sí estudiaba pero a su modo.


Aprendimos que si no tomábamos apuntes, si no le sacábamos copias al que sí los tomaba no pasábamos el curso. Poco a poco fuimos viendo una aventura universitaria con experiencias únicas e inolvidables. Como por ejemplo las tomas en el local, digo las tomas del local universitario. Aquellas anécdotas de los viajes de estudio a Pichari, Sondondo, la selva central y entre otros.


Por supuesto, como no recordar a aquellos amigos que hicieron de las clases súper entretenidas, como el chancón que tenía como 5 lapiceros por si se le malograba alguno, el que preguntaba todo y ponía al límite nuestra paciencia, aquella persona que registraba todo lo que hablaba el profesor hasta su respiración, o el que decía que no estudiaba pero sacaba buenas notas, o el que siempre le pedía al profesor postergar las prácticas, o al que siempre elegíamos como delegado por ser el más ordenado.


El universitario siempre tiene escusas para esa salitida, para no ir a la biblioteca porque va estar llena, para no estudiar en casa porque no se concentra, para maldecir ese despertador que misteriosamente no suena por la mañana temprano, para decir que ya estudiaré más adelante, para ir a la residencia universitaria por las tardes y terminar en las discos o las tabernas. Todo sea por el estudio.


A lo largo de nuestra vida universitaria, aprendimos a explicar a las personas que la antropología no solo es ser huaquero, excavaciones y huesos sino que es más. Aprendimos a pasar de la antropología del rescate a una antropología de los tiempos posmodernos. Aprendimos que los insignificantes actos, rasgos, símbolos son significativos. Aprendimos a ser analíticos, a ir al más alla, digo a ir más allá del acto mismo porque comprendimos que un símbolo puede condensar muchos significados que a simple vista son desapercibidas. También aprendimos que la antropología tiene sus costos como la estancia prolongada, hacerse los locos, hacerse ignorante a pesar de saber, y sobre todo beber.


Somos testigos de la iniciación de grandes personalidades como nuestras amigas lideresas en género, amigos que hacen activismo en la defensa de los derechos del niño, de comunidades, de los más excluidos. También amigos y amigas que apuestan por seguir cultivando la danza de tijeras, huaylillas, el huayno ayacuchano. Personalidades invaluables.


En fin, quiero agradecer a la UNSCH, por cobijarnos y darnos una identidad, por la tradición antropológica que hay en ella. Gracias a los profesores por ayudarnos a ser mejores profesionales, por enseñarnos a escuchar, observar y reflexionar. Por ser tan pacientes. Por incentivarnos a trabajar en equipo por un fin común, por hacernos entender que los libros sugeridos en el silabus si se leen. Por apoyarnos cuando estábamos practicando y los horarios no estaban de nuestro lado. Gracias por compartir su sapiencia y experiencia con nosotros. Estén seguros que la teoría impartida en las aulas estaremos llevando a la práctica.


Muchas gracias también a los amigos con quienes hemos compartidos viajes, fiestas, metas, tareas, una buena broma, logros. Experiencias invaluables que nos convirtieron en familia logrando hacer de la residencia nuestras casas porque en ellas desayunaban, almorzaban, tomaban lonche. Y no olvidemos las largas e interminables colas, a los infaltables zampones y en especial a los dobleros.


A ustedes familia, muchísimas gracias por brindar su apoyo y amor incondicional, por alentarnos a seguir adelante, por creer en nosotros, por recordarnos que nuestro camino recién empieza. Gracias por enseñarnos que con mucha dedicación se puede llegar bien lejos, gracias por todo lo que nos dan a diario, pues sin ello hoy no estaríamos aquí. Y por sobre todas las cosas, gracias por ser nuestra familia.


Ciertamente esta mañana estamos cerrando solo una etapa de las muchas que vendrán en nuestras vidas, pero es la que representa el inicio de nuevas experiencias, la que nos invita a desempeñarnos como profesionales, la que nos envía a un mundo laboral tan competitivo como el de hoy. Y lo hace habiéndonos preparado lo suficiente porque somos capaces.


No podía finalizar sin compartir con ustedes amigos, las sabias palabras de un gran maestro, que esta mañana me escucha atentamente. Dice así, actua con valentía y humildad en cada momento, se trabajador y honesto con cada responsabilidad que asumas, se transparente pero cauto, se leal y solidario con los demás sin distinción, mira siempre adelante sin mirar lo que pase, se íntegro en todo momento porque es lo que dignifica a una persona, no dejes de soñar, disfruta la vida a tu manera y aprende mucho de ella y por sobre todas las cosas recuerda que eres humano antes antropólogo. Muchisimas gracias.

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