Sí pero no: sobre cómo develar los disfraces de la “ideología
de género”
José Ramos López
CEJMA - UNSCH
En el Perú, los últimos
años se implementaron políticas transversales gracias a la exigencia de grupos
sociales mayoritarios como mujeres de pueblos originarios, de comedores
populares, mujeres que buscaban a sus familiares desaparecidos por el
sasachakuy tiempo. Las demandas
sociales, históricamente existentes, exigieron al Estado peruano a que se
comprometa a incorporar el enfoque de género a través de estándares
contemplados en la política internacional.
Aquel proceso, más
que el surgimiento de un nuevo discurso, generó la retroalimentación al
discurso existente solo con una nueva distinción: el fundamentalismo. Grupos
conservadores, instituciones fundantes, iglesias protestantes se unieron, en
sus propias palabras, “con el único fin
de salvar la nación de una ideología que muestra un lado amable ocultando aquel
plan perverso y destructor del orden establecido”. En Lima, el colectivo
“con mis hijos no te metas” se atribuye hablar en nombre de la nación, aquella
constituida por padres de familia del Perú que defienden la familia natural.
Sí pero no: manejos discursivos confusos
En la región de
Ayacucho, el colectivo “Ayacucho,
defiende la familia” ha organizado marchas y campañas logrando convocar a
iglesias protestantes. Pedro Cancho, representante, menciona que el Currículo
Nacional de Educación Básica, con resolución ministerial Nº 281 – 2016,
promueve la existencia de ideología de género distorsionando en orden
establecido provocando cambios en los roles tradicionales. Por ello, plantea el
rechazo absoluto del uso del término de género y propone la complementariedad
entre el hombre y la mujer en criterios igualitarios.
Frente a ello, es
necesario hacer algunas precisiones y diferenciaciones respecto al uso
categórico de la acepción “ideología de género” frente al enfoque de género.
Pues debemos entender el género como una herramienta analítica que sirve para analizar
la construcción de relaciones entre sí, las formas de ser hombre y mujer, los
roles que cumplen, sobre cómo se vive y experimenta las masculinidades y
femineidades en distintas sociedades.
En cambio, los que se
autoproclaman como los defensores de la familia nombran al género como
ideología utilizando información puesta en “camisa de fuerzas” en marcos de
comprensión que desconocen al otro(a) ajeno a su grupo. Sostienen que apuestan
por la construcción de una sociedad con igualdad de oportunidades entre varones
y mujeres regidas por una heteronormatividad que no contempla a la población
LGTBIs ni mencione la palabra género. Entonces, su discurso, por sí sola, entra
en jaque resumido en “sí pero no” al sustentar su postura.
Puntos de quiebre
El discurso violento,
totalitario, producido por los colectivos que arremeten contra los grupos de
feministas, personas y funcionarios (as) acusándonos de querer destruir la
familia nuclear, de ser ideólogos de
género por explicar los roles de la familia, formas de ser, sentir hombre y
mujer y las relaciones de poder que se
tejen. Es necesario mostrar los puntos de quiebre de aquel discurso enmarcado
en la ideología de género.
1.
Andamiaje
intelectual confuso: el presupuesto teórico
opera en un espacio en la que se desprovee el sentido original de las
categorías de género, familia, identidad, educación, humanidad. Es decir, se
las interpreta bajo una lógica de “encontrar lo malo” forzando y distorsionando
el sentido original al que hacen referencia. Muestran información tergiversada,
lejana a nuestra realidad privilegiando estudios biológicos y relegando los estudios
culturales. Es más, su planteamiento contiene vacíos, desconexiones con la
realidad pues se basa en protestas sin propuestas sólidas ni fundamentadas.
Prima un discurso pastoral, entendida no solo aquella que proviene de
religiones protestantes o religiosas sino también a quienes hablan en nombre de
la nación, sociedad o un grupo. Por citar, llaman “disforia de género” a las
otras identidades de género que a su vez las tildan de sufrir trastornos
mentales, ser anormales, hasta demonios.
2.
Defensa
del nosotros, exterminio del otro: suponen que las
personas que comparten las mismas experiencias en sentir/ser hombre – mujer,
regida bajo una heteronormatividad, constituyen sus semejantes, sus prójimos
(próximos) a quienes hay que valorar y defender de posibles amenazas que
alteren el orden establecido. Mientras que el otro, aquel que debe conservar su
lejanía, sin tener derecho a expresarse como tal. Donde su identidad y posición
no es admitida ni pensada. Y si desea ingresar debe de renunciar a su condición
que le distingue y cumplir con los mandatos sociales. En tal sentido, el lugar
de enunciación del discurso “con mis hijos no te metas” “defiende la familia”
parte de aquella que no reconoce al otro por su diferencia, omite el mundo
plural e impone una única manera de leer el género. Se basa en prejuicios
discriminatorios naturalizando que se puede utilizar un discurso violento para
exterminar al otro negando su vida. Es decir, deshumanizar al otro.

3.
Lectura
única de género: aunque, según ellos, se apartan discursivamente
del uso de la categoría de género, poseen una única manera de leer el género,
donde la mujer esta como adorno, como objeto preciado, como un acompañante,
como publicidad. Donde el cuerpo de la mujer es la bastimenta en la que se
escribe con pínceles de violencia y dominación. Donde hay una sola forma de ser
hombre y mujer imperando el machismo y el marianismo sin mostrar la diversidad
de masculinidades y femineidades que existen en la sociedad peruana.
4.
Discurso
descontextualizado: los hijos y la familia nuclear parecen
ser el punto principal de defensa. Pues
en esa única familia está la distribución desequilibrada del poder entre sus
miembros siendo mayormente los hombres quienes tienen a tutela a una serie de
sujetos. Citan ejemplos lejanos a nuestra realidad, sacados de su contexto.
Defienden un orden inexistente, utópico ya que la familia es una manifestación
de las relaciones sociales que son producto de la historia y que ha tenido
diferentes rostros. Intentan negar lo innegable, aquella capacidad de
transformación de las personas, en sus subjetividad, de las instituciones y la
sociedad. Desproveen la capacidad de agencia de los sujetos a los cuales
representan utilizándolas de manera instrumental.
Un futuro sin género
¿Qué garantías puede
brindarnos si omitimos la categoría género en las políticas públicas?
¿Mejoraría la condición de la mujer, reduciría los feminicidios, los crímenes
de odio? ¿La familia no sufriría cambios y nuestros hijos(as) encontrarían una
sociedad con igualdad? La respuesta cae por su propio peso, sin embargo, este acontecimiento
debe ser entendido como un proceso de aprendizaje que visibilice aquellas
posiciones marcadas sobre la forma de relacionarse entre nosotros y los otros.